¿Cómo aprender a escribir criticas de libros?

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La respuesta a continuación, es el resultado de un estudio de campo, que empezó siendo casi una broma, pero cuando un grupo de autores, agentes y editoriales cotejamos los resultados, fueron alarmantes.

Medio en serio, medio en broma Aída Bortnik, nos solía decir que no solo no le diéramos libros a los críticos sino que no leyéramos sus críticas tampoco.

Por supuesto, Ricaldoni, que creía que se las sabía todas, le mandó el anteúltimo borrador, a un “amigo” profesor universitario de guión, en la carrera de cine, de una universidad nacional del interior del país, para que me hiciera una crítica para poder presentarlo en las librería con un texto que no fuera escrito por mí.

Con los datos hice hasta triple chequeo, a pesar de lo cual se me escapó el nombre del Delegado de las Territorios Nacionales del Río Negro y del Neuquén. El apellido era catalán, pero el tipo en cuestión, que era germanófilo y filonazi, como sonaba a alemán, el individuo dejó que así lo llamaran, pero no era cierto y yo no lo aclaré en “Los Lobos…” ¡Mala mía! Mi “amigo” sí que me lo aclaró, pero como si una letra (una ck por una c) invalidara todo el libro, 30 años de investigación sobre el nazismo en la Argentina y 12 sobre la historia negra de la Iglesia.

El archivo era un .pdf, porque sabía que, como docente, cuando le entregaban trabajos para corregir solía resaltarlos en rojo, lo que consideraba que no era válido, si el archivo se lo envíaban en .doc o .docx.

No sé como se las arregló, pero igual editó el .pdf en Word y me corrigió sanguinariamente en rojo los saltos de página y las sangrías. Me agregó tildes de acentuación donde no iban y su devolución final fue demoledora. La correctora, no podía creer lo que veía, entoces me preguntó cuántos libros había escrito mi “amigo”. Averigüe y era ninguno… Me hablaba de sus cuentos y ponía de ejemplo lo que él hacía en ellos. Fui a las Librerías Ateneo y Cúspide, que manejan un catálogo de 50 mil títulos entre las dos, y me dijeron que no había nada publicado excepto en un blog de un colectivo de escritores de su ciudad natal. Sus cuentos eran tres y el más largo tenía cuatro carillas. Bien escritos, pero sin poder decir de que la iban los tres relatos que parecían más prosa poética que otra cosa. De ficción no eran. Ni diálogos había.

La correctora, que hizo las veces de agente, luego de publicar y mandar a los medios, nos juntó a cuatro autores —yo el más viejo, por lejos—, y a todos nos habían pasado cuestiones similares con los “críticos” de los diarios y de los suplementos literarios. A todos nos habían descuartizado y tirado nuestras pedazos a los chanchos. Juntamos los recortes de las críticas, y las de un mismo libro no coincidían de crítico a crítico, y lo que era peor, nunca mencionaron nada del contenido sino que nos saltaban a la yugular ad hominem. Sobre el único que estábamos seguros que había leído el libro, era “mi amigo”, los otros podrían haber aplicado la misma crítica a cualquier otro libro. Fue así que nos dimos dos meses para averiguar, con la complicidad de dos distribuidoras y tres editoriales cuál era la verdad oculta de esos 14 críticos.

• Trece no habían publicado algo propio nunca. El que había publicado se trataba de un ensayo sobre semiótica comparada entre el cine y la novela. Interesante. Bien escrito.
• Solo tres habían publicado cuentos cortos en blogs literarios. Mi “amigo” y dos más. Nada para brindar con champagne, pero no eran malos tampoco. Si yo los hubiera criticado, hubiera dicho que eran buenos.
• De los catorce solo dos tenían título universitario relacionado con “Letras” (como decimos en la Argentina), uno de ellos mi “amigo”.
• Averiguamos en las redacciones, y sobre cuatro de ellos era sobradamente sabido que no podían leer todo lo que recibían por cuestiones de tiempo físico. De esos cuatro dos estaban en programas nacionales en cadena de radios y dos eran de los diarios más importantes del país.

Los Editores Independientes siguieron investigando a partir de nuestra patriada y encontraron varias joyitas que las encontró un historiador, ahora famoso: la misma crítica, con puntos y comas, para tres libros de historia novelada de distintos autores y tres épocas diferentes: 1816, 1910 y 1946.

A partir de entonces aprendí que tenía que contratar un agente, que cuando lo conocí, me explicó que hasta que fuera conocido, las críticas positivas de los autores novatos se pagan, en USA, Francia, la Argentina, Rusia y la Cochinchina, y que obviamente con los mediáticos y famosos no se animan a semejantes prácticas.

Una más. Un crítico conocido por su ferocidad, atesoraba grandes cantidades de libros, que si repetían las tiradas, entonces sí los leía, y los volvía a criticar —si ya lo había hecho— y si estaban firmados por el autor, los vendía en Mercado Libre (el e-Bay argentino).

Juan José Campanella, por su parte nos contó que tenía una lista de críticos de cine, que lo criticaban siempre ferozmente mal, pero que no iban a la premieres para la prensa… ¡ni nunca! Lo criticaban a ciegas.