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Para poder entender la Conquista del Desierto, hay que aceptar, que nuestros tatarabuelos blancos europeos ocuparon el continente, y desplazaron por la fuerza a los antiguos, tradicionales ocupantes indígenas.
Los indígenas venían resistiendo la conquista de los europeos desde la llegada de Solís al Río de La Plata, en 1516.
Don Pedro de Mendoza debió abandonar y dejar despoblada Buenos Aires en 1536 por la hostilidad de las tribus de los tehuelches “pampas”. Para ser absolutamente honestos las tierras linderas al Río de la Plata, eran estaban desiertas y comenzaron a ser ocupadas por las sucesivas expediciones pobladoras de la España colonizadora del siglo XVI. Los españoles introdujeron los caballos y las vacas en el momento en que los indígenas americanos precolombinos estaban radicados en pequeñas parcelas de territorio y tuvieron la suficiente sagacidad de aprovechar los descubrimientos, invenciones, el ingreso de animales antes desconocidos por ellos y la tecnología del hombre blanco para su expansión territorial que se inició 180 años después.
Pero fue a partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776 por orden de Carlos III, con la consiguiente presencia de un poder político y militar relativamente fuerte (fue el más olvidado, débil y pobre de todos los virreinatos), que fue posible establecer una línea de fronteras con los indígenas locales y mantenerlos prudentemente alejados de los centros urbanos.
Bandera del Virreinato del Río dela Plata.
Fue a partir del Siglo 17, que los historiadores y los antropólogos nos relatan la araucanización de la pampa. Los araucanos venían de Chile, por abajo de la Capitanía General de Chile al norte, los Andes al este el Pacífico al Oeste y los fiordos chilenos al sur. Decidieron cruzar los Andes, en dirección al este, para ganar espacio en el inmenso territorio del Cabildo de Buenos Aires, donde abundaban los campos, y el ganado salvaje.
Cabildo de Buenos Aires en verde. Imagen Wikimedia
Se enfrentaron con los tehuelches que eran menos en número y muchísimo menos agresivos.
Los araucanos resultaron ser una raza con capacidad cuasi militar, hablaban un lenguaje claro, completo y fácil (el mapudungún) que fue adoptado desde La Pampa y San Luis hasta la Patagonia Austral. En cambio ya no quedan tehuelcheparlantes. Los araucanos cometieron el genocidio de 170 mil hombres, ancianos y niños tehuelches.
El proceso se afirmó cuando el chileno Juan Calfucurá (Piedra Azul) cruzó la cordillera, en 1830, con apenas 200 lanzas y atacó por sorpresa a los vorogas, originarios de Vorohué (Chile), pero instalados en Salinas Grandes (actual La Pampa), y pasó a degüello a sus jefes principales: Alón, Rondeado, Melín y otros.
La tribu se sometió al temible Calfucurá y este fue conocido como el Napoléon de las Pampas, que se autoproclamó Cacique General de la Confederación Indígena con asiento en Salinas Grandes.
Las tribus constituyeron una fusión por el secuestro de las mujeres y niñas tehuelches con los conquistadores araucanos que adoptaron la vivienda de los segundos: el toldo nómade.
El antropólogo Rodolfo Casamiquela señalaba, asombrado:
"Los nietos de tehuelches se declaran mapuches, a pesar de haber sido las víctimas de los araucanos devenidos en mapuches".
Tanto el caballo como la vaca y el hierro fueron los aportes europeos a la indiada criolla.
El Gobernador Juan Manuel de Rosas, se hizo cargo de los reclamos de sus colegas estancieros sobre los constantes robos de ganado por parte de los indios, por lo que encabezó en 1833 la primera “conquista al desierto” apenas 57 años después de la creación del efímero Virreinato que duró apenas 34 años y aportó más nada que poco a estas tierras.
Concluida su primera gobernación, el propio Juan Manuel de Rosas, emprendió la primera campaña, que fue financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses, preocupados por la amenaza indígena sobre sus haciendas.
La expedición contó, además, con el apoyo de las provincias de Córdoba, San Luis, San Juan y Mendoza. Rosas conocedor del campo, los gauchos (hijos de indio y blanca) y los indios a quien respetaba, combinó la conciliación con la mano dura y el gatillo rápido cuando no querían entender razones.
Primero pactó con los pampas, que eran los más bravíos, pero también más dados a entender razones, y se enfrentó sin mediar palabras con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá.
Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la conquista, el saldo fue de 3.200 indios muertos, cosa a la que Calfucurá no estaba acostumbrado, 1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 “cautivos” blancos.
Los “cautivos” en realidad era cautivas secuestradas y reos prófugos de la justicia. La mayoría eran gauchos y no blancos. Los gauchos y los prófugos pasaron a cumplir sus penas como soldados “enganchados”.
Hasta la caída de Rosas se hubo una relativa tranquilidad en las fronteras con el indio. Maloneaban únicamente después de inundaciones o en terribles sequías, simplemente porque no tenían nada para cazar.
A partir de 1853 reaparecieron los malones. En marzo de 1855, el gobierno de la provincia envió una expedición militar hacia la zona de Azul al mando del entonces coronel de artillería Bartolomé Mitre.
Mientras acampaban en Sierra Chica, la división fue cercada y diezmada por los lanceros del cacique Calfucurá.
ANUNCIO
Calfucurá (significa piedra azul) nació en Lloma (araucanía chilena) en 1785. En 1834 logró imponerse sobre los araucanos de Masallé (hoy en La Pampa) y se auto proclamó "lonco (cacique) general de las pampas". El lonco araucano sometió a todas las demás tribus del Sur que sobrevivieron al genocidio mapuche.
Calfucurá, era un hombre de una gran inteligencia y una llamativa capacidad de organización y negociación, organizó en 1855 la "Gran Confederación de las Salinas Grandes", en la que confluyeron las tribus pampas, ranqueles y araucanas, que estas últimas eran invasoras. Calfucurá le compraba fusiles remington a los ingleses en las costas del pacífico pagando con el ganado robado del lado oriental de la cordillera. También creó grandes problemas a los sucesivos gobiernos hasta que fue derrotado en marzo de 1872 en la batalla de San Carlos, en el actual partido de Bolívar.
Lo más notable es que Calfucurá murió un año más tarde, a los 99 años de edad, en la isla de Chiloé. Antes de morir ante los loncos araucanos y mapuches delegó el mando en su hijo, ManuelNamuncurá, quien fue respaldado por los loncos guerreros, Cachul, Catriel, Caupán y Cañumil, con quienes se dispuso a cumplir el mandato de defender las tierras conquistadas a los Tehuelches, pero sin embargo era más agresivo, pero menos inteligente y tenaz que su padre.
Lonco Manuel Namuncurá, como general del Ejército Argentino.
La consolidación del Estado nacional requería imprescindiblemente la delimitación indubitable de sus fronteras con los países vecinos y el dominio y monopolio de la fuerza en el territorio de la Confederación Argentina.
Eso no era posible con una nación araucana que entraba y salía de nuestro territorio con majadas de cientos de miles de ovejas robadas a los inmigrantes galeses. Ese mismo territorio era reclamado por Chile.
Con la pacificación interior, impuesta por el Estado nacional unificado a partir de 1862, permitió recién a fines de la década del 1870, concretar estos objetivos con el triunfo definitivo sobre el indio.
El gobierno de Nicolás Avellaneda, a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsinaextendió una línea de frontera, hacia el Sur de la Provincia de Buenos Aires. El plan de Alsina era levantar poblados y fortines, tender líneas telegráficas y cavar un gran foso, conocido como la "zanja de Alsina", con el fin de evitar que los indios se llevaran consigo el ganado capturado y las cargas maloneras.
Los fortines con mangrullos de vigilancia se erigían en las lomas de los médanos cerca de una lenteja de agua de médano a una distancia promedio de una legua y media a dos leguas (6 a 10 kms aproximadamente) entre cada uno.
Esa sería la corrección de la línea de fronteras que en 1869 el presidente Domingo Faustino Sarmiento había encomendó para proteger y defender la frontera Oeste de Buenos Aires.
Esta foto fue tomada en 1939 por mi abuelo, en la entrada de lo que hoy es mi campo, la estructura que está detrás del árbol era el mangrullo del Fortín El Séptimo (así se llama la colonia actualmente) que estaba en lo que es hoy mi chacra, y tenía a la vista los fortines La Larga, Algarrobo y el Fortín Urbero
Eran construcciones rudimentarias que buscaban desarrollarse en lugares altos, contando en las cercanías con aguadas o a la vera de algún río. Estaban rodeados por un ancho foso, protegido por una empalizada echa de palos impuestos de manera vertical, que rodeaban un perímetro aproximado de 500 metros cuadrados del fortín. En el interior, había ranchos que generalmente eran para los oficiales o comandantes, existían ranchos o barracas para las tropas, una prisión rudimentaria o celda, depósito de alimentos y un establo. Para vigilar el horizonte o el desierto fuera del perímetro de los fortines, se hacían mangrullos, estructuras de palos rústicas en forma de torre con una altura máxima de 10 a 15 metros. Estos permitían avistar claramente la zona desde la altura frente al acercamiento de extraños o malones de aborígenes.
Mangrullo
El Estado Nacional firmó un tratado de paz con el cacique Juan José Catriel, quien lo rompió en corto tiempo cuando atacó junto al cacique Manuel Namuncurá, las localidades bonaerenses de Tres Arroyos, Tandil, Azul y otros pueblos y granjas en un ataque incluso más sangriento que el de 1872. Las cifras hablan de 5.000 lanzas indígenas que arrasaron Azul, Olavarría y otros lugares vecinos, que se alzaron con 300,000 cabezas de ganado, de 500 cautivos y de 200 colonos muertos.
El diario Centinela, de Buenos Aires, reportaba la existencia de muchos oficiales prisioneros entre los indígenas y las negociaciones para su rescate, pidiendo Catriel la cifra de 40 pesos oro por cada cautivo/a.
Entre los testigos de los hechos figuró el ingeniero francés Alfredo Ebélot, contratado por Alsina en el fortín Aldecoa:
A eso de las diez -relata-, una nube de polvo nos anunció que la invasión llegaba. Pronto se distinguió el mugido de los vacunos, y cosa más inquietante, el balido de las ovejas. Catriel venía pues arriando sus propias ovejas y todas las que encontró en el camino. Serían unas treinta mil (...) Durante cuatro horas vimos sucederse las selvas de lanzas y las inmensas tropas de vacas y de caballos. Había por lo menos 150.000 cabezas de ganado.
Luego de los malones producidos en este segundo Malón Grande, Estanislao Zeballos informó que los indígenas se retiraron con un botín colosal de 300.000 animales, y 500 cautivos, después de matar 300 vecinos y quemar 40 casas: ese era el cuadro de horror que sufría la Nación entera.Más de 1000 colonos europeos fueron tomados cautivos y 1,000,000 de cabezas de ganado fueron el saldo de las incursiones indígenas entre 1868 y 1874, pasados en su totalidad al Pacífico para ser adquiridos por ingleses y norteamericanos.
El ministro Adolfo Alsina, que era muy querido por el pueblo, especialmente la gente humilde, dirigió la defensa de los poblados y estancias y concentrándose en la frontera de la provincia de Buenos Aires, respondió al ataque, logrando hacer avanzar la frontera argentina. Para proteger los territorios conquistados y para evitar el transporte del ganado tomado construyó la llamada Zanja de Alsina, en 1876, que era una trinchera de dos metros de profundidad y tres de ancho con un parapeto de un metro de alto por cuatro y medio de ancho. La Zanja de Alsina fue considerada unilateralmente por Argentina como nueva frontera con los territorios indígenas aún sin conquistar de 374 km entre Italó (en el sur de Córdoba) y Colonia Nueva Roma (al norte de Bahía Blanca). Además, Alsina ordenó la instalación de telégrafos para mantener comunicados los fortines a lo largo de toda la frontera. La construcción de la zanja al ser sólo una medida defensiva y no ofensiva, que no resolvía definitivamente el problema de los malones fue duramente criticada por algunos sectores argentinos, partidarios de una acción militar más drástica.
Antes de poder concretar del todo su proyecto, Alsina murió y fue reemplazado por un joven general de formación militar en Prusia: Julio A. Roca. La política desarrollada por Alsina había permitido ganar unos 56 mil kilómetros cuadrados, extender la red telegráfica, la fundación de cinco pueblos y la apertura de caminos, logros de por sí bastante modestos.
El nuevo ministro de Guerra preparó un plan de guerra ofensiva y sistemática de los indios araucanos hasta su expulsión a Chile y el sometimiento de los Pampas y Ranqueles. El plan propuesto por Roca fue aprobado por ambas cámaras del Congreso Nacional.
Roca definió la relación de fuerzas ante el Congreso con sus palabras :
"Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión ni otras armas que la lanza primitiva".
Para los opositores, el joven general pecaba de exceso de confianza y menospreciaba la fuerza que podían llegar a reclutar los araucanos.
Por su parte el Ingeniero Trevelot, opinaba con criterio utópico, pero poco piadoso:
“Los indígenas han probado ser susceptibles de docilidad y disciplina. En lugar de masacrarlos para castigarlos sería mejor aprovechar esta cualidad actualmente enojosa. Se llegará a ello sin dificultades cuando se haga desaparecer ese ser moral que se llama tribu. Es un haz bien ligado y poco manejable. Rompiendo violentamente los lazos que estrechan los miembros unos con otros, separándolos de sus jefes, sólo se tendrá que tratar con individuos aislados, disgregados, sobre los cuales se podrá concretar la acción. Se sigue después de una razzia como la que nos ocupa, una costumbre cruel: los niños de corta edad, si los padres han desaparecido, se entregan a diestra y siniestra. Las familias distinguidas de Buenos Aires buscan celosamente estos jóvenes esclavos para llamar las cosas por su nombre".
El plan de Roca se realizaría en dos etapas: una ofensiva general sobre el territorio comprendido entre el Sur de la Provincia de Buenos Aires y el Río Negro y paralelamente una marcha coordinada de varias divisiones para confluir en las cercanías de la actual ciudad de Bariloche. En julio de 1878, el plan estaba en marcha y el ejército de Roca lograba sus primeros triunfos capturando prisioneros y rescatando cientos cautivos/as.
El 14 de agosto de 1878, el presidente Avellaneda envió al Congreso un proyecto para poner en ejecución la Ley del 23 de agosto de 1867 que ordenaba la ocupación de la actual provincia del Río Negro, como frontera de la república sobre los indios pampas. El Congreso sancionó en octubre una nueva ley autorizando una inversión de 1.600.000 pesos para sufragar los gastos de la conquista.
Con la financiación aprobada, Roca estuvo en condiciones de preparar sus fuerzas para lanzar la ofensiva final. La expedición partió entre marzo y abril de 1879. Los seis mil soldados fueron distribuidos en cuatro divisiones que partieron de distintos puntos para rastrillar la pampa. Dos de las columnas estarían bajo las órdenes del propio Roca y del coronel Napoleón Uriburu, que atacarían desde la cordillera para converger en Choele Choel. Las columnas centrales, al mando de los coroneles Nicolás Levalle y Eduardo Racedo, entrarían por la pampa central y ocuparían la zona de Trarú Lauquen y Poitahue. Todo salió según el plan con el acompañamiento de la armada que con el buque El Triunfo, a las órdenes de Martín Guerrico, que navegó aguas arriba por el Río Negro, con municiones provisiones y fuertemente artillado.
El 11 de junio de 1879 las tropas de Roca llegaron a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén en el llamado País de los Manzanos. Pocos días después, el ministro debió regresar a Buenos Aires para garantizar el abastecimiento de sus tropas y para estar presente en el lanzamiento de su candidatura a presidente de la República por el Partido Autonomista Nacional.
Lo reemplazaron en el mando los generales Conrado Villegas y Lorenzo Vintter, quienes arrinconaron a los araucanos y mapuches chilenos asentados en Neuquén y Río Negro en los contrafuertes de los Andes y lograron su rendición definitiva en 1885.
Los salesianos acudieron rápidamente a cristianizar a los vencidos.
El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto” prestigió frente a la clase dirigente la figura de Roca y lo llevó a la presidencia de la república. Para el Estado nacional, significó la apropiación de millones de hectáreas. Estas tierras fiscales que, según se había establecido en la Ley de Inmigración, serían destinadas al establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de Europa, fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder, que pagaron por ellas sumas irrisorias.
El actual concepto colectivo de indígena, entendido como un bloque homogéneo y opuesto al blanco, no tuvo, durante en el siglo XIX, una posición única respecto a la guerra sino que las diversas comunidades indígenas que habitaban tanto la pampa como la Patagonia fueron plurales y diversas. A tal punto llegaba esa diferenciación, que los mismos aborígenes guerreaban constantemente entre sí en un intento por dominar a sus vecinos.
Respecto del blanco, las distintas tribus tuvieron también diferentes y cambiantes actitudes en lo relativo a su trato y relación con ellos. Durante la Conquista del Desierto muchas culturas combatieron directamente a su enemigo mientras que otras, ya sea por una decisión política forzada o no, decidieron pelear aliadas con los blancos y en contra de los propios aborígenes.
La conquista abrió la negociación con Chile que llevó a cabo Domingo Faustino Sarmiento y que terminó definitivamente a finales del Siglo 20.
¿Los araucanos y mapuches fueron una avanzada chilena sobre la patagonia donde exterminaron, por superioridad numérica y por contar con armas de fuego a los Tehuelches, Pampas y Ranqueles? Puede ser, no es absurdo. ¿Chile cambió de actitud al ver el la división de 6000 hombres bien pertrechados y entrenados por los prusianos? Es casi seguro, porque el ejército chileno también se hizo entrenar por instructores prusianos.
¿Los araucanos y mapuches se hubieran avenido a integrarse al resto de la nación argentina y ser considerados como inmigrantes? Si Franciscanos, Jesuítas y Salesianos fracasaron en la tarea, es muy difícil que se hubiera logrado la ocupación territorial sin el uso de la fuerza por parte del Estado y autorizada por el congreso en unanimidad.
Esta información fue tomada del sitio web Quora. Haz clic aquí para visitar el original.
Un dato muy interesante sobre la conquista del desierto
Según del lado de la calle en se paren va ser la visión de cada uno, los originarios invadores y asesinos de las etnias que habitaban Argentina, como los Pampas, Ranqueles, Quilmes, etc, provenían de la ARAUCANIA CHILENA, de alli el nombre de ARAUCANOS, en los libros de historia de diferentes autores, el nombre mapuche no existió hasta 1902, averigüen el proyecto Inglés de la conquista de la Patagonia cual era y es hoy, su objetivo
No fue un robo, ni un genocidio. ¡¡A entender los que no entienden¡¡¡. Fue la lucha territorial para defenderse de la invasión de Chile que lo hacía a través de los indios que invadían el territorio para abastecerse de alimentos gratis, mujeres blancas y venderlos en Chile con el apoyo de Inglaterra y Francia. Roca fue un héroe. Los aborígenes provenientes de Chile convertían en genocidio sobre los indios y habitantes blancos del territorio. Les recuerdo los habitantes galeses, que eran robados y diezmados de vez en cuando. TENGAMOS MEMORIA POSITIVA SEÑORES. RESPETEMOS A NUESTROS HEROES Y TRATEMOS, AL MENOS, DE LOGRAR POR ALGUNA VEZ EN ""PENSAR""" antes de opinar.
El exterminio de los aborígenes para apropiarse vorazmente de sus tierras.
Esto pasó en toda América y luego se escudan en la cristalización.
Fue totalmente un robo y un genocidio.
Perspectiva absolutamente parcial y eurocéntrica del genocidio denominado "Conquista del desierto" por la historia oficial; comenzando por el nombre de "araucanos" que impusieron los blancos a los "mapuches", verdadero nombre de este pueblo, muchos de cuyos sobrevivientes fueron enviados a Buenos Aires para ser repartidos entre las familias de la oligarquía porteña como si de objetos se tratara para someterlos a servidumbre con el pretexto de "cristianizarlos". Esto está documentado en los periódicos de la época, donde el gobierno nacional publicaba avisos dando cuenta del lugar, día y hora donde los prisioneros serían repartidos. Esa parte de la historia no existió según la visión del autor, ya que nada dice al respecto.
Cuando Julio A. Roca emprendió la violenta conquista, las comunidades indígenas se hallaban debilitadas y no representaban una amenaza para el territorio “civilizado”. [2] Por lo tanto, los objetivos estratégicos eran político- económicos.
En las últimas décadas del siglo XIX, Argentina se incorporó al mercado internacional como productora de materias primas (productos agropecuarios) y como importadora de manufacturas y capitales. Es decir, se relacionó de forma dependiente con los países imperialistas que, desde una posición hegemónica, impusieron una nueva división internacional del trabajo. El modelo agroexportador implicó el triunfo de la hegemonía de la región del litoral (principalmente Buenos Aires) sobre las economías tradicionales del interior. De forma interrelacionada, se fue consolidando el Estado-Nación, que es la forma de dominación propia del sistema capitalista de producción. Para analizar el desarrollo de esta estructura económica es necesario tener en cuenta los tres factores productivos: tierra, capital y trabajo. Es decir, necesitaban de ese territorio para lograr incorporarse de forma definitiva al mercado mundial como socios dependientes del imperialismo inglés y satisfacer así la creciente demanda de carne y cereales por parte de Inglaterra, a la vez que permitían el ingreso de capitales extranjeros tanto en forma de deuda pública como en inversiones de infraestructura para “modernizar” el país. Bajo esta lógica se financió la expedición militar y se repartieron las tierras arrancadas a los indígenas: a través de la Ley N° 979 sancionada en 1878 se establecía que: “El Poder ejecutivo queda autorizado para levantar sobre la base de todas las tierras públicas mencionadas una suscripción pública para los gastos que demande la ejecución de la ley. A medida que avance la línea de frontera se harán mensurar las tierras y levantar planos, dividiéndose en lotes de 10.000 hectáreas, con designación de sus pastos y aguadas y demás calidades…” [3]
Junto con este decreto el Estado emitió bonos de $100 equivalentes a 250 000 hectáreas, los cuales fueron vendidos entre la elite que encontró un gran negocio para hacerse de grande extensiones de tierra a muy bajo costo. Estos bonos llevaron el nombre de “suscripción popular de 2.2000.000 $” y se debían adquirir como mínimo cuatro de ellos. Es en este sentido, que la conquista puede pensarse como una “empresa mixta” que combinó capitales privados y recursos estatales.
buena narración y sorprendente, lo que hacen unos, invaden a otros, y si se mira la historia, también lo han echo otros países, y siguen pasando, y no se aprende de los errores.
Los estudios en "free-running" consistentes en aislar a individuos de estímulos externos para conocer el carácter periódico de los ritmos biológicos han demostrado ya hace décadas que de forma natural:
La ciencia ha determinado hasta ahora que la ballena azul alcanzó la máxima forma de vida posible en este planeta. Ya es un milagro, es un ser vivo, su corazón es simplemente un logro increíble por naturaleza.
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