La civilización etrusca se desarrolló en Etruria, en el centro de Italia, entre los siglos VIII y I a.C. Este pueblo de orígenes misteriosos ha sido ensalzado por su avanzada cultura política y militar.

Por su destreza en el arte de la navegación, por sus óptimas tecnologías metalúrgicas, por su perfección en el cultivo de las letras, las ciencias de la naturaleza y la teología, y por su esmerado trabajo agrícola que les proporcionaba abundante riqueza.

También fueron amantes del lujo y de los grandes banquetes, además de un pueblo intensamente religioso.

Los etruscos creían, como los egipcios, que tras la muerte, el alma del difunto emprendía un viaje al Más Allá, al reino de los muertos.

Entre los siglos III y I a.C. los etruscos, bajo el dominio de los romanos, fueron vistos por éstos y por los griegos como un pueblo decadente.

La lengua etrusca desapareció, pero una parte de la población no se extinguió tan rápidamente.

Y se extendieron desde la Toscana hacia Umbría y, por el sur, hacia el Lacio y la parte septentrional de la Campania, donde chocaron con las colonias griegas de la Magna Grecia (Que es el sur de Italia) hacia el norte de la península itálica ocuparon la zona alrededor del valle del río Po, en las actuales regiones de Lombardía y la parte sur del Véneto.

Y llegaron a ser una gran potencia naval en el Mediterráneo occidental, lo cual les permitió establecer factorías en Cerdeña y Córcega.

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