Los hermanos John y Clarence Anglin y su socio Frank Morris tenían todo planificado. Frank fue el cerebro de una de las mayores fugas del penal más famoso del mundo: Alcatraz, en San Francisco. El hecho ocurrió el 11 de junio de 1962 y los tres desaparecieron en las heladas aguas del Pacífico. Los investigadores los dieron por muertos. Y cerraron el caso.

El escape diseñado por los tres delincuentes -dedicados al robo de bancos- fue perfecto. Fue ejecutado el 11 de junio de aquel año luego de agrandar los respiraderos de sus celdas con un taladro casero. Luego de atravesar lo que era la puerta de entrada de su túnel, caminaron en la oscuridad de la noche a través de cañerías hasta llegar al techo. Con unos salvavidas improvisados y muy precarios, intentaron llegar a tierra firme, algo que las autoridades descartaron que hubieran logrado.

Pero su plan no terminaría allí. Para ganar tiempo en la búsqueda y desorientar a los guardias, los tres ladrones de bancos decidieron engañarlos colocando muñecos en sus camas para que creyeran que estaban durmiendo durante toda la noche. Las cabezas de estos maniquíes fueron hechas con papel maché y plástico. Y las pelucas tenían pelo auténtico. El engaño fue absoluto.

Pero ahora, el FBI reabrió el caso y su búsqueda. Ya que John Anglin escribiera, en 2013, una carta en la cual les advertía que todo este tiempo había estado oculto y que había sobrevivido, por lo cual sigue hasta el día de hoy abierto dicho expediente.

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