Los druidas eran sacerdotes y constituían una especie de casta en el ordenamiento social galo. Además de desempeñar funciones litúrgicas, eran los depositarios de las tradiciones y se ocupaban de la educación de los jóvenes.

Reconocían a un jefe supremo elegido por ellos. Sus reuniones se desarrollaban en lugares considerados sagrados donde desempeñaban la función de jueces. Sometidos a un largo período de instrucción, estaban exentos de las obligaciones militares y no pagaban tributos.

Aparentemente combinaban funciones sacerdotales, judiciales y políticas. Algunos cronistas relatan sus ritos, incluidos sacrificios humanos y su veneración por el roble y el muérdago. Practicaban la adivinación y la astrolor: Entre sus creencias destacaba aquella según la cual después de la muerte, el alma se transfería a otro cuerpo. Su símbolo era el huevo de la serpiente

Predecían el futuro a través de la observación del cielo y las estrellas, y a veces también mediante el sacrificio humano. El culto de los druidas ha conseguido prevalecer hasta la actualidad.

Los druidas oficiaron tanto de sacerdotes como de médicos, debido a sus conocimientos sobre las cualidades medicinales de las plantas. Eran también astrónomos, filósofos, magos y videntes. La tradición los ha recogido con sus largas túnicas blancas, sus hoces de oro y marmitas mágicas. No obstante, el druida histórico fue una figura clave en la sociedad celta, consejero de la nobleza y cultor de la tradición oral.

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