Durante siglos, la única forma es que se podía alimentar a un bebé cuando sus madres no podían darles el pecho fue la leche de vaca, muy difícil de digerir por lactantes, o bien alquilar o recibir los servicios de un ama de cría que amamantaba al bebé en sustitución de la madre. Con la revolución industrial y con una industria alimenticia en auge comenzaron a surgir leches artificiales de las que se decía poseían un mayor valor nutricional.

Uno de los empresarios de mayor éxito fue Henri Nestlé. Un farmacéutico alemán afincado en Suiza y que un día había revolucionado el mercado del chocolate. Usó harina de trigo, leche y azúcar para su Farine Lactée Henri Nestlé. Corría el año 1867 y había nacido la leche de fórmula.

La mayoría de las leches de formula eran muy difíciles de digerir por los bebés, Nestlé consiguió eliminar el almidón y el ácido de la harina, haciéndola más digerible para sus pequeños estómagos.

En 1867, comenzó a venderse la primera fórmula infantil, desarrollada por el alemán Justus Von Liebig. Según su creador, esta leche resultaba un alimento "idéntico" a la leche materna. La fórmula consistía en harina de trigo, malta y bicarbonato de potasio.

En 1874, la fórmula original se mejoró y apareció la primera "leche infantil", compuesta por leche en polvo, harina de trigo, malta y azúcar. En 1885 se logró obtener la composición exacta de la leche materna, lo que permitió tener información completa para desarrollar fórmulas comerciales.

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