El primer intento conocido de lanzarse en paracaídas tuvo lugar en Córdoba, España, en el año 852, con éxito parcial, pues Abbás Ibn Firnás , el hombre que saltó, sufrió algunas heridas al caer. Decidió volar lanzándose desde una torre de la mezquita de Córdoba con una enorme lona para amortiguar la caída. Por eso se considera generalmente como creador del primer paracaídas.

El uso del paracaídas también fue sugerido por Leonardo da Vinci y poco después por el humanista e ingeniero Fausto Verancio, autor del más antiguo precedente conocido de un paracaídas, representado como «homo volans» en la estampa 38 de su obra de ingenios «Machinae Novae», publicada hacia 1616.

A lo largo de la historia ha habido otros muchos intentos fallidos.

El primer paracaídas práctico fue inventado en 1783 por Louis-Sébastien Lenormand.

El aeronauta francés Jean Pierre Blanchard dejó caer un perro equipado con un paracaídas desde un globo en 1785, y en 1793 aseguró haber realizado el primer descenso humano con éxito utilizando un paracaídas.

André Jacques Garnerin también francés el 22 de octubre de 1797, logró indiscutiblemente ser el primer humano que protagonizó saltos en paracaídas (atestiguados) desde su globo de hidrógeno a 350 m, de altitud en París. En adelante, los paracaídas se convirtieron en un elemento habitual del equipamiento de los pasajeros de los globos aerostáticos.

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