En el siglo XVIII, los convoyes de barcos que regresan de América, cargados de metales preciosos, sólo podían hacer estimaciones a criterio de su longitud, obviamente muy inexactas.

Los jefes de escuadra eran incapaces de saber cuándo van a encontrar tierras, y esta incertidumbre los obligó a navegar con suma prudencia, lo que a su vez ocasionaba importantes retrasos.

En 1714 el Parlamento británico organiza un concurso con premios, para quien logre poner a punto un cronómetro capaz de determinar la longitud con un margen de error de 1° 40′ o 30’.

John Harrison (1693 - 1776) les presentó un modelo denominado H1, que en 1736, es sometido a prueba en alta mar y la Comisión le paga 500 libras para la fabricación de un segundo modelo, que Harrison ejecuta en 1739 (H2).

Le sigue un tercer cronómetro (H3), en 1746. Sin embargo, todos estos cronómetros quedan fuera de los márgenes de error definidos en las bases del concurso. A partir de 1756, Harrison concibe un nuevo modelo.

Su cuarto cronómetro (H4) es probado en 1761, durante un viaje por mar desde Portsmouth hasta Jamaica, vía Madeira. Harrison predice correctamente la llegada a Porto Santo y a Kingston, a pesar de las pésimas condiciones climáticas durante la travesía.

El cronómetro es controlado a su regreso en Portsmouth: se averigua que su margen de error total, después de cinco meses de navegación, es de tan sólo 1 minuto 53 segundos, o sea, un error de longitud de 53 millas náuticas.

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