La orden de predicadores, conocida también como orden dominicana, fue fundada en el año 1215 por Santo Domingo de Guzmán en Toulouse, Francia y confirmada por el papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216.

Los dominicos se destacaron por ser grandes maestros en las cátedras de teología, filosofía, arte y sagrada escritura en diferentes universidades de Europa.

La vocación primordial de la orden establecida por santo Domingo fue la de predicar el evangelio a los habitantes de las incipientes ciudades, que o bien manifestaban una grave ignorancia evangélica o interpretaban las escrituras alterando los dogmas católicos y propiciando las distintas herejías que se dieron cita en la Europa medieval.

Los dominicos rompieron con la sociedad feudal y clerical, rechazaron privilegios económicos, políticos y aristocráticos, y practicaron y predicaron la pobreza de Cristo, para lo cual tuvieron especial empeño en dar testimonio de pobreza y vivir únicamente de limosnas, de ahí que la orden fuera mendicante.

Se instalaron cerca de las universidades, para encontrarse entre los grupos de jóvenes alumnos y encauzarlos a una vida cristiana pero también con el fin de obtener una sólida instrucción.

El estudio y la predicación estrechamente unidos fueron los medios para lograr el convencimiento de los herejes, de los incrédulos y de los ignorantes. Además, se rezaba diariamente el oficio de la Virgen y cada ocho días el oficio de difuntos.

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