Hattusili I fue el verdadero fundador del Imperio hitita. Durante el siglo XVIII a.C., conquistó las ventosas mesetas de Anatolia al sur de su nueva capital y luego guió a su ejército a lo largo de la barrera rocosa de las montañas del Taurus, hasta la costa meridional de Turquía. Sus fuerzas marcharon hacia el este para apoderarse de las ciudades del norte de Siria, gobernadas por los reyes de Alepo, una de las más poderosas ciudades sirias.

Su nieto, Mursilis I, coronó los logros de su abuelo conquistando la propia Aleppo. En 1595 a.C., Mursilis siguió hacia el este a lo largo del Éufrates, penetró en Mesopotamia y saqueó la gran ciudad de Babilonia.

No obstante, esta orgullosa victoria les costaría cara a los hititas. Mientras regresaban por la misma ruta, las exhaustas tropas hititas fueron atacadas y rodeadas por los hurritas, una feroz raza guerrera de la región del Éufrates superior. Los reyes hititas posteriores no consiguieron controlar las tierras conquistadas por Mursilis y también ellos cayeron en manos de los hurritas.

Entonces, en 1375 a.C., un joven y enérgico rey llamado Suppiluliumas dio comienzo a un nuevo y glorioso capítulo de la historia hitita, poseía muchas habilidades. Era un valiente guerrero, además de un inteligente diplomático. Aunque el joven rey había heredado un imperio debilitado, en un espacio de tiempo corto, él y sus sucesores edificaron un imperio bastante poderoso como para rivalizar con cualquiera otro del Oriente Medio antiguo.

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