Johann Christoph Andreas Mayer (1747-1801) fue un anatomista alemán, una persona que estudia la estructura de los organismos y sus partes.

Mayer trabajó en Berlín y, más tarde, en Fráncfort (Alemania). En 1788 fue el primer europeo en reconocer que las huellas dactilares eran únicas para cada individuo.

Una huella dactilar, dermatoglifo o dactilograma (del griego δάκτυλος «dedo» y γράμμα «dibujo») es la impresión visible o moldeada que produce el contacto de las crestas papilares de un dedo de la mano (generalmente se usan el dedo pulgar o el dedo índice) sobre una superficie.

La primera técnica de identificación de personas mediante estas fue inventada por el francés Alphonse Bertillon, y luego mejorada y puesta por primera vez en práctica por el nacionalizado argentino Juan Vucetich.

Hoy en día, la ciencia forense, que es la aplicación de la técnica de las huellas dactilares, se utiliza en las leyes penales y civiles durante las investigaciones y puede llegar a ser una prueba admisible en un tribunal de jurisdicción competente.

Las huellas dactilares humanas son detalladas, casi únicas, difíciles de alterar y duraderas durante toda la vida de un individuo, lo que las hace adecuadas como marcadores a largo plazo de la identidad humana.

La identificación de huellas dactilares se conoce como dactiloscopia.

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