Luis XIV aspiraba a convertir a Francia en la mayor potencia europea. A la consecución de ese objetivo contribuyó de forma decisiva la política económica, gestionada por el ministro de Finanzas Jean-Baptiste Colbert (1619-1683), uno de los principales exponentes del mercantilismo, una doctrina económica que propugnaba el favorecimiento de las exportaciones sobre las importaciones.

Colbert fijó altos aranceles a los bienes extranjeros, desarrolló la marina mercante, para lo cual creó el Ministerio de la Marina, y creó numerosas manufacturas reales, que comerciaban sobre todo con bienes de lujo, como tejidos, tapices o alfombras en todo el mundo.

Colbert intentó aumentar los ingresos fiscales de la monarquía. Para lograr este objetivo decretó una revisión sistemática de las numerosísimas exenciones que beneficiaban a la nobleza y el clero. Se crearon comisiones para examinar los privilegios fiscales de los excusados y determinar la legitimidad de los títulos nobiliarios, a fin de acabar con el fraude de las falsas hidalguías.

Durante su gobierno, Colbert acabó con la corrupción que había marcado la era de Mazarino y abrió un periodo de prosperidad económica. Siguiendo en gran medida la línea política del cardenal Richelieu, construyó carreteras, canales y puertos; impulsó el comercio creando compañías con participación estatal; amplió la flota; y puso las bases de la expansión colonial francesa en Canadá, las Antillas y Extremo Oriente.

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