Cuatro son los príncipes de la dinastía Julio-Claudia que se sucedieron al frente del Imperio: Tiberio, 14-37; Calígula, 37-41; Claudio, 41-54 y finalmente Nerón, 54-68.

Tiberio, hijo de la tercera mujer de Augusto, Livia Drusilla, y descendiente de la gens Claudia, fue adoptado por el emperador en el año 4. Cuando Augusto murió, le dejó en herencia no solo el honor de pertenecer a la dinastía Julia, que se convirtió en Julio-Claudia a partir de Tiberio, sino también la responsabilidad sobre un imperio por el que tanto había luchado.

Augusto escogió a Tiberio no por sus méritos, sino por las circunstancias, ya que se había quedado sin descendientes directos. En cualquier caso, Tiberio contaba con el favor popular gracias a su brillante carrera militar. Nombrado emperador en el año 14 murió en el 37.

Existen testimonios de la estancia del emperador en la isla de Capri donde pasó cinco años, desde el año 26 en el que se marchó de la capital y delegó el ejercicio del poder en el prefecto del pretorio Seiano hasta el año 31, cuando regresó tras haber sido informado de una conjura en su contra.

Tiberio convirtió la isla en la residencia digna de un emperador ya que construyó diversos alojamientos cada uno en honor de una divinidad. Al más lujoso de todos, situado en uno de los rincones más inaccesibles de la isla, en la cima del monte Tiberio y rodeado por una frondosa vegetación, le dio el nombre de Villa Jovis.

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