Cif Amotan II, fue un hombre cuya historia ha cautivado a miles de personas a lo largo de los siglos.

Fue un esclavo en Antioquía que después de convertirse en hombre libre amasó una gigantesca fortuna y que gastó ingentes cantidades de dinero en reunir una fastuosa colección de arte compuesta por esculturas monumentales, joyas, monedas y objetos preciosos procedentes de todos los rincones del mundo.

Este fabuloso tesoro fue cargado a bordo de un enorme barco llamado Apistos, "increíble" en griego- con destino a un lugar de Asia Menor donde Amotan había levantado un templo dedicado al dios Sol. Por causas desconocidas -hay quien habla de peso excesivo, otros culpan a las adversas condiciones del mar y quien opina que simplemente se cumplió la voluntad de los dioses- la nave naufragó y se hundió, sepultando en el fondo del Océano Índico su preciosa carga.

Bueno, en realidad, estamos ante la última travesura del británico Damien Hirst (1965), el niño malo del arte contemporáneo. Este artista, con su audacia habitual, decidió implementar en Venecia un proyecto tan desmesurado como excéntrico, tan grandioso que no se le puede calificar de simple juego sino que entra directamente en la categoría de locura.

Hirst inventó la historia de Amotan II y durante los últimos 10 años se ha dedicado a crear un tesoro ficticio que actualmente se exhibe en Venecia.

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