El cuervo y la zorra es una fábula, la cual fue escrita por Esopo.

La fábula cuenta cómo cierto cuervo, de los feos el peor, hurtó un queso y fué a saborearlo en la copa de un árbol. En esa circunstancia lo vio un zorro que, con la intención de quitárselo, comenzó a adularlo de esta manera:

—Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pájaros otro que tenga la brillantez de tus plumas ni tu gallardía y donaire. Tu voz es tan fascinante que juzgo no habrá quien te iguale en perfección.

El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro su melodiosa voz y comenzó a graznar, dejando caer el queso que tenía en el pico.

El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre sus dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoró bajo la fresca sombra de un árbol.

La moraleja es que no se debe dar crédito a palabras aduladoras que se hacen por interés.

Esopo fue un popular fabulista de la Antigua Grecia. El interés por las fábulas de Esopo fue continuo durante toda la Antigüedad y no decayó durante la Edad Media, cuando se mezclaron los fabularios con los grecorromanos (conocidos como Isopetes, es decir Esopos, o Romulus). Durante el Renacimiento, las fábulas de Esopo y las de Fedro se convirtieron en libro preceptivo de las universidades, y así continuarían por mucho tiempo.

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