El basilisco era un ser mitológico creado por la mitología griega que se describía como una serpiente gigante cargada de veneno letal y que podía matar con la simple mirada. Era considerado el rey de las serpientes. Posteriormente se lo ha representado de diversas maneras, siempre con características reptilianas.

Según el libro “Historia Natural”, escrito por Plinio el Viejo, el basilisco es una serpiente pequeña pero tan venenosa que deja una enorme estela de veneno mortal con cada pisada, además de asesinar con la mirada. Su debilidad es el olor a comadreja que le hacía huir hacia su guarida, reconocible porque sus cercanías estaban abrasadas por su presencia.

Posiblemente, las leyendas del basilisco en Europa provengan de ciertas especies asiáticas de serpiente, como la cobra real, y su depredador natural, la mangosta.

En el siglo VIII, el basilisco era considerado una serpiente dotada de una cresta con forma de corona o mitra en su cabeza, siendo el animal en sí de tamaño variado. Supuestamente, el basilisco nacía de un huevo de gallina empollado por un sapo, lo opuesto al cocatriz, que según se decía nacía de un huevo de sapo o serpiente empollado por una gallina. Más tarde, sin embargo, los rasgos de ambas criaturas comenzaron a ser indistinguibles.

Las leyendas del basilisco estuvieron estrechamente relacionadas con la alquimia del siglo XIII.

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