El aire que nos rodea es aire húmedo, es decir, está compuesto por una mezcla de gases, principalmente oxígeno y nitrógeno, pero también vapor de agua. De todos ellos sólo este último puede condensar en las condiciones posibles de temperatura y presión del ambiente, y por lo tanto su concentración va a ser variable.

Para caracterizar el contenido de vapor de agua en el aire húmedo, podemos definir dos conceptos: humedad específica o absoluta, como indicador de la cantidad de vapor de agua en una cierta cantidad de aire seco, aire desprovisto del vapor, o humedad relativa, para cuantificar cómo de saturado está el aire, es decir, cuánto vapor más podría admitir el aire en esas condiciones de temperatura y presión o cuál es nuestra sensación de humedad.

Teniendo esto en cuenta, sin especificar más cualquier respuesta sería válida. Dado que a mayor temperatura el aire admitirá más humedad, en invierno habrá más humedad relativa: el aire no admite más vapor de agua y por eso la ropa tarda más en secarse, e incluso a veces condensa la humedad del ambiente sobre el suelo o en forma de niebla; pero en verano hay más humedad específica: el aire se encuentra a mayor temperatura y admite más vapor.

Claro que hablamos de un clima genérico. En un clima tropical decimos que es “cálido y húmedo”, porque sus temperaturas medias son elevadas pero también lo es la cantidad de vapor de agua en el aire, de forma que incluso en verano las humedades relativas son altas.

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