El Privilegium Othonis, promulgado en 962 por el emperador Otón I, establecía que la elección del papa podía producirse solo con la aprobación del emperador del Sacro Imperio Romano.

El papa León IX (1049-1054) inició una reforma de la Iglesia oponiéndose al Privilegium, que limitaba su autonomía. El privilegio fue más tarde abolido por el Concilio Lateranense en 1059 con Nicolás II, que declaró la elección papal prerrogativa exclusiva de un colegio de cardenales.

La abolición significó el detonante del conflicto entre la Iglesia y el Imperio entre 1076 y 1122: la Guerra de las Investiduras.

Se conoce como Humillación de Canossa al acto de sumisión al que tuvo que prestarse Enrique IV, que debió dirigirse como penitente hasta el castillo de Canossa para obtener la revocación de su excomunión del papa Gregorio VII que allí se hospedaba. El episodio, acaecido en el año 1077, representa el punto más álgido de la guerra de las investiduras, en la que se dirimía cuál de las autoridades tenía el derecho de otorgar los cargos eclesiásticos.

Con el Concordato de Worms en 1122 entre el emperador Enrique IV y el papa Calixto II se ponía fin al litigio. El concordato establecía un compromiso razonable: si quedaba vacante una sede episcopal, el nuevo obispo debía ser elegido por un consejo restringido de canónigos de la Iglesia catedralicia. De esta elección se excluía al emperador para el reino de Italia y para Borgoña, pero continuaba participando en Alemania.

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