¿Qué sostenía la teoría miasmática?
La teoría miasmática proclamaba que las pestes se deben a la emanación dañina que, de acuerdo a creencias antiguas, brotaba del agua estancada, las sustancias corrompidas o el cuerpo de las personas que padecían una enfermedad.
Fue enunciada por Giovanni María Lancisi y Thomas Sydenham en el siglo XVII. Sostenía la existencia de efluvios fétidos que enfermaban a los individuos.
Miasma viene del griego, significa mancha, contaminación. Hipócrates explicó que esos aires malignos, producto de “cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas”, eran lo que enfermaba.
Las miasmas eran más temibles porque no se veían, actuaban en silencio, entraban en el cuerpo por contacto o por respiración y mataban. Fueron las que acabaron a un tercio de los europeos en la peste negra de 1348 y a tres cuartos de los aborígenes americanos en 1550.
Era lo que explicaban los escasos médicos, combatiendo esas supersticiones que decían que tanta muerte era el castigo de algún dios desvelado. De esa presencia aérea de las miasmas viene incluso el nombre de una enfermedad que sigue matando medio millón de africanos cada año: la malaria, mal aire en italiano.
Justus von Liebig volvió a reflotarla en el siglo XIX. Afirmaba que la sangre fermentaba generando miasmas que provocaban diversas clases de enfermedades, desde sífilis hasta cólera, ya que se combinaban en el aire con los gases surgidos a partir de la descomposición de las materias orgánicas que se hallan en el planeta.
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