Son las huellas dactilares, surcos o líneas que existen en las yemas de los dedos. La palabra dermatoglifos está compuesta etimológicamente por dermato (piel) y glifos (dibujos), también llamadas dactilogramas

Estas líneas poseen diseños únicos en cada persona utilizándose como método de identificación. Es aceptado que su desarrollo está influenciado por factores físicos (la ubicación exacta del feto en el útero, la densidad del líquido amniótico), por lo que ni siquiera en gemelos idénticos o en un clon (con el mismo ADN) las huellas dactilares de dos individuos pueden ser iguales; tampoco poseen huellas iguales los dedos de la misma persona.

Se crean alrededor de la décima semana de embarazo y son definitivos cuando se llega a los 6 meses. Permanecen inalterables hasta la muerte, pues aún ante daños de la piel, se regeneran siempre siguiendo el patrón original, determinado genéticamente. Así, no cambian nunca, salvo que la capa profunda o basal se destruya o se modifique intencionadamente por cirugía plástica.

Existen tres patrones principales de huellas dactilares, arcos, curvas y espirales. De su interrelación, cada huella será única.

La técnica de los dermatoglifos se emplea en criminología así como en medicina para diagnóstico de varias enfermedades de origen genético con patrones dérmicos característicos como las Trisomías 13, 18, 21, el Síndrome de Turner y para diagnosis en enfermedades como la de Alzheimer, la esquizofrenia y la acondroplasia.

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