En 1887, una mujer que estaba picando sebaj, una especie de barro muy rico en fosfatos, al que se le da forma de ladrillo y que los campesinos egipcios usan como fertilizante, cuando se encontró con algunas tablillas de barro cocido. Ella y sus compañeros terminaron desenterrando unas 300 de estas tablillas, que a ellos les parecían carentes de auténtico valor porque no eran de oro, y los vendieron a los compradores de "antigüedades", que creyeron que eran falsificaciones.

"Las Cartas de Amarna" son unas tablillas de arcilla, escritas en caracteres cuneiformes y casi en su totalidad en lengua babilonia, correspondiente al treinteno central del siglo XIV a.C..

Tell el-Amarna, el lugar en el que fueron halladas, no se encuentra en el Próximo Oriente, sino en la localidad que escogió el faraón Amenhotep IV (1352 a.C.- 1336 a.C.) como sede de su nueva capital, en el Egipto Medio.

Las 380 cartas formaban parte del archivo diplomático de la corte egipcia, que conservan la correspondencia mantenida con los estados de la región sirio-palestina y con las principales potencias del Próximo Oriente.

Son quizás los ejemplos más tempranos de la diplomacia internacional mientras que sus temas más comunes son las negociaciones de matrimonio diplomático, declaraciones de amistad e intercambiados materiales.

"Las cartas de Amarna" nos muestran que grandes reyes desde el mundo antiguo tenían responsabilidades y privilegios que se llevaron a cabo con energía y respeto.

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