El mito de Paganini se comenzó a fraguar cuando su madre aseguró haber tenido un sueño en el que el demonio le dijo que su hijo sería un violinista famoso.

A los 6 años dio su primer concierto, a los 9 hizo su primera gira y a los 16 ya era mundialmente famoso. Su fama se elevó hasta límites inimaginables, amasando una gran fortuna que dilapidaba en fiestas y juegos de azar. Decían de él que a pesar de ser “feo y descuidado” ejercía una extraña y poderosa atracción a las mujeres.

Su cuerpo alto y desgarbado poseía un flexibilidad especial que le permitía realizar movimientos imposibles para cualquier otro, como cruzar los codos uno por encima de otro mientras tocaba o flexionar lateralmente las articulaciones de sus dedos.

Esta habilidad se debía a que Paganini sufría del síndrome de Marfan, una enfermedad que afecta al tejido conectivo, lo que le da a quien lo padece largas y flexibles extremidades.

Paganini tocaba a una increíble velocidad de doce notas por segundo. También memorizaba todo el programa que se debería tocar, otra de sus habilidades era tocar el violín con una sola cuerda.

Murió en 1840. Días antes de su muerte el obispo acudió a visitarlo, pero Paganini se rehusó a verlo y no recibió los sacramentos finales. La iglesia se negó a enterrarlo en un campo santo. Después de cinco años de la muerte de Paganini, su hijo, apelando directamente al Papa, obtuvo un permiso para enterrarlo en la iglesia de Vila Gaiona en Italia.

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