La melodía es un conjunto de sonidos, notas consecutivas a diferentes alturas de entonación y distintos valores rítmicos. Sin embargo, dentro de una composición, la música necesita respirar, ya que de ese principio nace la articulación de una frase.

Tanto el silencio como los sonidos son recursos expresivos; la nada es tan expresiva como un algo.

Proporcionan momentos de respiro y nos ayudan a pasar de una frase a otra con mayor fluidez, aportando dinamismo rítmico. Sin embargo, aunque los silencios determinen la ausencia de sonido en la música, también poseen valores rítmicos. De este modo, cada figura rítmica tiene su silencio correspondiente.

Igual que la oscuridad es más que la ausencia de luz, el silencio es más que la ausencia de sonido. Dependiendo de lo que nos transmiten, hay muchos tipos de silencios: eufóricos, de incertidumbre, incómodos, seductores, temerosos, etc. Están directamente relacionados con nuestras expectativas. En la música clásica siempre se ha sabido hacer muy buen uso del dramatismo o emotividad que provoca el silencio, convirtiéndolo en un elemento protagonista más, o bien para apoyar a la melodía y hacer que ésta destaque, etc.

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