Se denomina "demiurgo" a la divinidad o al ente que creó o que impulsó el universo. Proviene del término griego "demiourgós" que significa "creador".

La filosofía gnóstica y la platónica apelan a la idea de demiurgo, como un hacedor o un organizador de la realidad.

De acuerdo a Platón, el demiurgo se encarga de copiar las ideas perfectas de la materia imperfecta. Así se obtienen los objetos que forman parte del mundo real, el cual intenta imitar la perfección del plano ideal.

Para los gnósticos, en cambio, el demiurgo tiene la función de ordenar el mundo material y da como resultado la encarnación de lo maligno, que ata al ser humano a las pasiones de la materia.

El gnosticismo postula la existencia de un mundo espiritual (superior) con un dios desconocido y un mundo material (inferior) en el que residen los seres humanos.

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