En 1561 Felipe II decidió establecer la Corte de forma permanente en Madrid y convertirla en la capital de España . La Corte de Castilla y, posteriormente, de España había sido, hasta entonces, itinerante y se trasladaba allí donde iba el rey.

Su hijo, Felipe III, convencido por su valido el Duque de Lerma (1553-1625), trasladó la Corte a Valladolid a comienzos de 1601. La decisión inducida por el valido no fue casual, pues éste había realizado operaciones inmobiliarias ventajosas. Compró propiedades en Valladolid a bajo precio que vendió por cantidades mucho más altas cuando el desembarco de todos los cortesanos.

La maniobra del Duque de Lerma era doble. Mientras Madrid se vaciaba aprovechó para hacerse con propiedades de nuevo a muy bajo coste, que vendió cuando en 1606 convenció a Felipe III de regresar. El negocio fue redondo si bien la corrupción alimentada por el duque acabó saliendo a la luz.

La reina Margarita, esposa de Felipe III, no era partidaria de los abusos e influencia del duque de Lerma. Se desencadena una presión en contra del régimen, y ante los acontecimientos, el duque solicita de Roma el capelo cardenalicio que se le concede en 1618, al mismo tiempo que el rey le da permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma.

Cuando le fue concedido el cardenalato corrió por Madrid una coplilla que decía: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado»

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