El caparazón de la tortuga constituye uno de los elementos que más llama la atención. Sin duda alguna, es su parte más distintiva y lo que las protege del ataque de los depredadores.

El caparazón de la tortuga está hecho de placas de huesos que a su vez están cubiertas de escamas que le dan esa textura y apariencia de rigidez. Específicamente la parte dorsal se denomina espaldar y el ventral se conoce como plastrón. La parte interna del caparazón está unido a la columna vertebral y a las costillas, cuestiones que limitan el movimiento de la tortuga. En otras palabras, el caparazón viene siendo la prolongación de la caja torácica.

La textura rígida del caparazón se debe a la queratina que va creciendo sobre la epidermis, proteína que permite el crecimiento tanto de las placas como de las escamas. Además de las placas anteriores, también tiene nueve placas neurales y costales que están ligadas a las costillas de las tortugas.

A medida que las tortugas van creciendo y desarrollándose, se generan conexiones entre los músculos y los huesos. Dichas conexiones son vitales para que el animal logre darle estabilidad a todo su cuerpo. Además, dichas conexiones le permiten desplazarse y defenderse de sus posibles atacantes de ser necesario. Por otro lado, los caparazones de las tortugas están compuestos de varias capas: ósea, vascular, escudos, fibra ósea y fibra de los escudos.

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