No todos los piratas de la historia fueron hombres. También hubo mujeres que dejaron su vida en tierra para surcar los mares bajo la bandera de la calavera, convirtiéndose en las protagonistas de aventuras y leyendas que, pese a ser menos conocidas que Barbanegra o el Capitán Kidd.

Alwilda, hija del rey escandinavo Synardus del siglo V, debía casarse con Alf, príncipe heredero de Dinamarca. Así lo habían decidido tanto los padres de ella, como los de él. Sin embargo, la joven ansiaba una vida muy distinta a la que le habían preparado. Por eso, en cuanto recibió la noticia, Alwilda se disfrazó de marinero y huyó, junto a sus amigas de mayor confianza, en un barco.

Surcando los mares, las mujeres encontraron una tripulación de piratas que habían perdido a su capitán. Estos consideraron que Alwilda era la persona ideal para el cargo y le ofrecieron ponerse al mando de su navío. Así empezó su exitosa y legendaria carrera como pirata, acechando y aterrorizando a los barcos del mar Báltico y causando tales estragos que el rey de Dinamarca envió tropas para capturarla.

La última tropa que se enfrentó a la tripulación capitaneada por Alwilda estaba dirigida por el mismísimo Alf, el hombre que ella había rechazado. Al descubrir su liderazgo y coraje, Alwilda quedó cautivada por el príncipe Alf y renunció a la piratería para casarse con él y convertirse Reina de Dinamarca. Así lo dejó escrito el historiador medieval Saxo Grammaticus, entre 1185 y 1208, en su obra Gesta Danorum.

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