Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) puso su genio al servicio no solo de su arte, sino de toda la historia del arte. Gran dibujante y retratista, conservó el trazo seguro y claro del arte académico, pero al mismo tiempo le añadió una intensidad cromática y unos temas exóticos y orientales que adelantan ya la sensibilidad romántica.

Además de obras alegóricas de gran envergadura, "La apoteosis de Homero" para el palacio del Louvre o "El sueño de Ossián" y de cuadros mitológicos, pintó retratos y obras de desnudo femenino, que fueron su gran especialidad y las que han perpetuado su nombre.

"La gran odalisca" es una imagen típica del gusto por los temas exóticos y orientales del momento y una figura sorprendente por sus tres vértebras de más y la mezcla conseguida entre el contorno sinuoso y reptante con la tradición del desnudo clásico.

Ingres reiteró estos interiores turcos y ambientes imaginarios a lo largo de toda su carrera, creando un modelo femenino sensual, de rasgos indolentes, en una atmósfera que parece estar inmóvil y congelada por la frialdad de la factura.

En obras semejantes, como "La gran bañista", "La fuente" o "El baño turco", Ingres une al dominio y la expresividad de la línea que le eran connaturales una sensualidad contagiosa que les confiere buena parte de su atractivo. Fue considerado el mejor pintor de su tiempo y ha pasado a la historia del arte como un genio de la pintura académica y caligráfica.

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