Desde mediados del siglo XIX, los pueblos balcánicos van liberando sus territorios del poder otomano, mientras éste se va debilitando. En mayor o menor medida, Grecia, Serbia, Montenegro y Bulgaria consiguen liberarse del yugo otomano, ayudados por potencias como Rusia, que tiene a Turquía como enemiga.

A principios de siglo, la influencia turca aún se hace notar, tanto a nivel geográfico como político. De hecho sigue controlando Macedonia y Albania. El entonces presidente griego Eleftherios Venizelos idea que los países balcánicos ortodoxos deben unirse para acabar por fin con la influencia otomana en los Balcanes. Así nace, en 1912, la llamada "Liga Balcánica".

La Liga Balcánica une sus ejércitos contra el sultán turco, y estalla la Primera Guerra Balcánica, anticipo de la Primera Guerra Mundial, y logra expulsar a los turcos relegándolos a una pequeña región en la punta suroriental de la peninsula balcánica. Esta región aún pertenece a Turquía, y sigue siendo reclamada tanto por Grecia como Bulgaria.

El ejército griego, además, logra liberar el Epiro del Norte, una región del sur de Albania en la que viven griegos, el sur de Macedonia con la ciudad de Tesalónica y la mayoría de las islas del Egeo.

Esta guerra, conocida como la Primera Guerra Balcánica (1912-1913), producirá una gigantesca oleada de refugiados: unas cien mil personas de origen turco-musulmán huirán del ataque de los ejércitos de la Liga de los Balcanes, en dirección a Constantinopla.

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