La red ferroviaria de la Ciudad del Vaticano conecta la Estación Ciudad del Vaticano (única estación de la línea) con la red ferroviaria de Italia. Con solo 300 metros de longitud dentro del Vaticano, se trata de la red ferroviaria más pequeña del mundo.

Los ferrocarriles italianos son los responsables de la operación de la red, prestando servicios de cargas y pasajeros de manera esporádica.

El Papa Gregorio XVI (muerto en 1846) impidió la construcción de ferrocarriles en los Estados Pontificios, y se dice que dijo "chemin de fer, chemin d'enfer" ("camino de hierro, camino del infierno"). El sucesor de Gregorio XVI, el Papa Pío IX, comenzó la construcción de una línea de ferrocarril desde Bolonia hasta Ancona, pero el territorio fue tomado por los ejércitos del Reino de Cerdeña en 1861 antes de que se completara.

La utilidad de los viajes en tren para las peregrinaciones masivas del siglo XIX, comenzando con las de Lourdes hacia 1858, fue un factor que suavizó la oposición a dicha tecnología dentro de la Curia Romana.

Dado que la red ferroviaria vaticana carece de un servicio regular de pasajeros, su uso es fundamentalmente para tráfico de mercancías, algunas tan singulares como las reliquias de Pío X, trasladadas desde Venecia. No obstante, en la actualidad ha descendido mucho porque resulta más barato y práctico el transporte por carretera.

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