En la batalla de Cunaxa (401 a. C) un grupo de 10 000 mercenarios griegos reunidos por Ciro El Joven arrasó a un inmenso ejército persa en su propio terreno, casi 80 años después de los sucesos del Paso de las Termópilas. Una victoria épica narrada en detalle por Jenofonte en su célebre «Anabasis» que demostró la superioridad de las tácticas occidental que pronto iban a conducir a Alejandro Magno a adueñarse del mayor imperio conocido.

El deseado choque entre las tropas reales y el ejército de Ciro El Joven se llevó a cabo en las cercanías de Babilonia, Jenofonte asegura que el Rey Artajerjes congregó una fuerza de más de un millón de soldados. A pesar de la superioridad numérica del enemigo, el flanco derecho, dominado por los mercenarios griegos, vivió la huida de los infantes persas y medos, los carros y un contingente de caballería pesada desplegados, fue una gran victoria griega sobre los persas.

Ciro había sido abatido cuando se arrojó temerariamente contra el Gran Rey y su guardia acorazada. Así pues, la victoria final de los griegos no había servido para nada. Peor aún: su situación era de lo más comprometida, pues se encontraban abandonados en tierra hostil, a miles de kilómetros de sus hogares, sin víveres y a expensas del ánimo vengativo de Artajerjes y de sus decenas de miles de guerreros.

Enfrentándose a miles de peligros los griegos logran llegar al mar Negro con él una ruta segura por la costa hasta la ansiada patria.

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