Japón se caracteriza por un clima generalmente cálido pero muy húmedo, con abundantes lluvias y tifones durante el verano y por su ambiente neblinoso y tenue. Su geografía insular y escarpada ha favorecido la presencia de grandes bosques de especies frondosas y coníferas autóctonas por casi toda su superficie, con especies milenarias ampliamente estudiadas y veneradas.

Esta relación tan estrecha con los bosques y la naturaleza ha llevado a Japón a desarrollar un trabajo de carpintería única en el mundo, el Kigumi, caracterizada por un conocimiento profundo de la física de la madera que le permite realizar uniones de madera, es decir, sin utilizar clavos, tornillería o pegamentos en complejos rompecabezas. Esto responde tanto a la escasez de metales como a las condiciones climáticas, ya que la presencia de humedad puede oxidar los herrajes, siendo más fácil la reparación y sustitución de piezas constituidas completamente por madera

Algunas de las estructuras levantadas siguiendo las soluciones largamente depuradas de la carpintería japonesa se encuentran entre las más longevas del mundo y lo han logrado sin recurrir a ningún tipo de herraje metálico.

Además, existen especializaciones como los miyadaiku para templos, sukiya-daiku para casas de té, sashimono-shi para muebles, y tateguya para interiores.

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