La isla de Man se encuentra en el mar de Irlanda. La isla tiene 572 km² de superficie​ y poca elevación sobre el nivel del mar, con 621 metros de altitud máxima en el monte Snaefell.​ En torno a ella se ubican algunas islas pequeñas.

Cuando en 1854 el escritor Joseph Train, viajó a la isla de Man, descubrió unos gatos muy particulares, el gato Manx. Los describió como criaturas peculiares, y aseguró, podían ser una extraña mezcla entre un conejo y un gato. El nombre de estos gatos se basa en el gentilicio de la isla en inglés: Manx (manés en castellano).

Cuando un gato nace sin cola, por un capricho genético (y esto ocurre), esta característica, no continua y desaparece, en las generaciones posteriores, sobre todo en gatos asilvestrados y amplios entornos abiertos. Pero en la isla de Man, ocurrió que en la pequeña población de gatos aislados, este hecho, fue trascendental, para que esta mutación dominante, persistiera y definiera, esta característica particular, en las futuras generaciones de gatitos. La clave es que era una isla y los cruces persistieron, entre aquellos gatos que no tenían cola, al estar en un mismo territorio.

La cola cumple una función muy específica en los gatos y no es otra que el equilibrio. Con ella compensan los movimientos coordinados y les ayuda a mantener la estabilidad, así como trepar. En el caso de los gatos manx, evolucionaron desarrollando unas patas traseras más largas de lo habitual que otros gatos.

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