Tras el fin de la Primera guerra Mundial, cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austrohúngaro y el otomano. Los Estados sucesores de los dos primeros perdieron una parte importante de sus antiguos territorios, mientras que los dos últimos se desmantelaron. El mapa de Europa y sus fronteras cambiaron por completo y varias naciones se independizaron o se crearon. Al calor de la Primera Guerra se fraguó la revolución rusa, que concluyó con la creación del primer Estado en la historia autodenominado socialista: la Unión Soviética.

El Imperio mongol fue el segundo imperio más extenso de la historia y el mayor de los imperios constituidos por territorios continuos.​ Fue fundado por Gengis Kan en el año 1206 y tuvo su punto álgido cuando alcanzó aproximadamente unos 24 000 000 km² de extensión.​ Llegó a abarcar un territorio desde la península de Corea hasta el río Danubio,​ al albergar una población de más de 100 millones de habitantes y a incluir algunas regiones tan ricas e importantes como China, Mesopotamia, Persia, Europa Oriental, parte de la India, Rusia, entre otros.

El ejército mongol fue durante los siglos xii y xiii el mejor del mundo por su movilidad y estrategias, que lo hicieron temible entre sus coetáneos. Gengis Kan y otros militares mongoles introdujeron varias innovaciones que permitieron a su ejército conquistar vastos territorios, aun estando en desventaja numérica durante las batallas que libraron llegó a su fin en el año 1368.

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