Se dice que Demóstenes (384-322) , el gran orador griego, durante su primer discurso fue abucheado por el público. Esto se debía a que tenía un grave problema: era tartamudo. Las palabras se atropellaban en sus labios y no lograba hacerse entender. Se dice que alguien del público le gritó: “¡Ponga el aire en sus pulmones y no en su cerebro!” Esto le causó un grave impacto.

Cuenta la historia, o la leyenda, que Demóstenes se impuso un severo régimen para superar sus dificultades. Lo primero que hizo fue afeitarse la cabeza. En aquel tiempo era muy mal visto que alguien se dejara ver si no tenía cabello. Su propósito era obligarse a no salir para dedicarse por completo a trabajar en su objetivo. Practicaba la oratoria hasta el amanecer.

Cuando salían las primeras luces del sol, Demóstenes iba a la playa. Allí le gritaba al astro rey con todas sus fuerzas. Su objetivo era fortalecer los pulmones. Había aceptado el consejo de aquel personaje anónimo que se había burlado de él. Después de realizar ese ritual, volvía a su casa a practicar. Lo hacía de una forma muy particular. Se echaba un puñado de guijarros entre la boca y se ponía un cuchillo entre los dientes. Así se obligaba a hablar sin tartamudear.

Después de varios años con esta disciplina de entrenamiento, Demóstenes logró hablar normalmente. Desde entonces, participó activamente de la vida legal y política de su ciudad. Se dice que sus discursos eran ovacionados por miles de personas.

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