Corría el 20 de julio de 1944 cuando, en la conocida « Guarida del lobo» (uno de los cuarteles generales del Führer) y durante una reunión de suma importancia, una bomba estallaba a los pies de Adolf Hitler.

El cabecilla del golpe, el coronel del Estado Mayor Claus Schenk von Stauffenberg. Este oficial, antiguo seguidor de Hitler, se encontraba hastiado por todo el daño que la guerra estaba haciendo a su país. Por ello, no lo dudó y organizó una operación para acabar con el dictador.

Antes de comenzar la reunión, Stauffenberg acudió a una sala privada en la que preparó los explosivos. Sin embargo, finalmente sólo pudo disponer de uno, pues fue interrumpido por un compañero que le informó que le esperaban en la sala para comenzar la reunión. Cuando entró en el salón, se sentó a menos de un metro de Hitler y ubicó bajo la mesa su maleta «sorpresa». Al poco, salió del complejo afirmando que tenía que atender una llamada, aunque lo que pretendía era huir del lugar y viajar a Berlín para, después de la muerte del dictador, organizar el nuevo estado alemán.

Instantes después, una explosión retumbó mientras von Stauffenberg se alejaba pensando que el plan se había cumplido a la perfección. Craso error. Y es que, la fortuna quiso que la mesa bajo la que estaba la bomba hiciera las veces de escudo para Hitler, que únicamente sufrió algunas heridas y quemaduras.

Ese mismo día, el líder golpista y sus seguidores fueron fusilados. La operación «Valkiria» había fracasado.

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