En el siglo VI a.C., Atenas atravesaba un delicado momento institucional. Varias décadas después de las reformas democráticas de Solón, la polis estaba gobernada por el tirano populista Pisístrato. En un intento por crear una monarquía hereditaria, Pisístrato dejó en el poder a su hijo Hippias.

Hippias no era un gobernante tan carismático como su padre. Se volvió opresivo y empezó a ser rechazado por los atenienses. Clístenes, miembro de una familia de larga tradición en la polis, lideró una rebelión popular. Con la ayuda del ejército de la vecina Esparta, consiguieron derrocar a Hippias.

El objetivo de Clístenes no era reemplazar la tiranía de una familia por la de otra. Entre 508 y 507 a.C., implementó un paquete de reformas políticas que cercenaron el poder de la aristocracia y ampliaron el del pueblo. Nacía, de esta forma, la primera democracia de la historia, aunque, en rigor a la verdad, Clístenes no la llamaba demokratia, gobierno del pueblo, sino isonomía, igualdad ante la ley.

Antes de las reformas, Atenas estaba organizada en cuatro tribus unidas por lazos de sangre. Clístenes la reestructuró en 10 tribus, donde cada una tenía miembros de las tres regiones geográficas del Ática: ciudad, montaña, costa. La polis se subdividió en unas 150 pequeñas unidades políticas llamadas demes.

El objetivo de este recorte transversal era que los atenienses empezaran a concebirse como ciudadanos de la polis y no como miembros de familias y de regiones.

Más información: es.wikipedia.org