En el contexto de las religiones monoteístas, la adoración y la devoción se centran en una sola entidad divina, y se considera que esta deidad es la fuente suprema de poder, autoridad y significado en el universo.

Las religiones monoteístas contrastan con las religiones politeístas, que adoran a múltiples dioses, y con las religiones panteístas, que consideran que Dios está presente en todo y es sinónimo del universo mismo.

El monoteísmo se distingue del henoteísmo, un sistema religioso en el que el creyente adora a un solo dios sin negar que otros puedan adorar a dioses diferentes con igual validez, y del monolatrismo, el reconocimiento de la existencia de muchos dioses pero con el culto constante a una sola deidad.

Las religiones monoteístas más conocidas incluyen el judaísmo, el cristianismo y el islam, que son a menudo referidos como las tres religiones abrahámicas debido a su relación con el profeta Abraham. En estas religiones, el monoteísmo es una creencia central y fundamental, y su teología se centra en la adoración y el servicio a un único Dios.

Las afirmaciones cuasi-monoteístas de la existencia de una deidad universal se remontan a la Edad de Bronce tardía, con el Gran Himno a Atón de Akenatón. Una posible inclinación hacia el monoteísmo surgió durante el período védico​ en la Edad de Hierro del Sur de Asia.

El término proviene de dos palabras griegas: μόνος monos que significa ‘solo’, y θέος theos que significa ‘Dios’.

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