Son fluidos compuestos de sedimentos volcánicos con una gran cantidad de agua que se deslizan desde las laderas volcánicas a causa de la gravedad; pudiendo estar conformados de diferentes granulometrías y tipos de rocas.

Suelen provocarse por saturación de agua en los macizos volcánicos, conllevando el arrastre de material ya sea por intensas lluvias o deshielo; por eso ocurren aunque el volcán no esté en erupción.

Fríos o calientes, los lajares dependen tanto de las condiciones volcánicas como del material que arrastren y hasta varían con cada erupción. En su origen influyen además de la presencia de agua; el volumen de material no consolidado sobre las laderas y el grado de inclinación de la pendiente. Así, pueden ser:

Primarios si se forman como consecuencia directa de una erupción volcánica

Secundarios o Posteruptivos, provocados por lluvias que arrastran ese material no consolidado; son de menor magnitud, pero pueden aumentar en tamaño y recurrencia incluso semanas o meses tras la erupción por lo que su nivel de amenaza es difícil de anticipar.

Por su alta densidad son muy erosivos, transportando grandes bloques en suspensión. Y, por las grandes velocidades con las que se mueven (20 a 60 km/h) y la energía que poseen, la probabilidad de sobrevivir a un impacto directo es mínima.

Uno de los lahares más grandes se dió el día 13 de noviembre de 1985 en el volcán Nevado Ruiz en Colombia, que sepultó al pueblo de Armero causando entre 29 000 y 32 000 víctimas.

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