Un glaciar es una gruesa masa de nieve y hielo sometida a un proceso de compactación y cristalización a lo largo del tiempo que se llama glaciación, durante el cual esta nieve y hielo pasa a engrosar la masa del glaciar.

Los glaciares constituyen aproximadamente el 75% de agua dulce del planeta, por lo que son un estupendo indicador de su salud hidrográfica.

Es precisamente del ciclo del agua de lo que depende el glaciar, puesto que un mayor o menor grado de humedad le hará desplazarse con más o menos lentitud, mientras que las precipitaciones en forma de nieve aumentarán su tamaño.

En este sentido, los glaciares se mueven más rápidamente cuanta más temperatura haya en su interior. De la misma manera que hay glaciares más templados o más fríos, existe una clasificación de tipos de glaciares.

Los más comunes son: Glaciares de circo, formados en las paredes de las montañas. En estos glaciares la lengua de hielo no avanza hacia los valles. Glaciares marinos, sostenidos parte en tierra y parte en el agua.

Glaciares piedemonte, cuyas lenguas se extienden en una superficie llana.

Glaciares de valle, comunes en Los Alpes.

Como es lógico, el proceso de glaciación no se realiza de la noche a la mañana, de hecho, la nieve recién caída puede tardar hasta un año en formar parte de un glaciar.

Sin embargo, de continuar el calentamiento global al ritmo actual, se estima que en 2100 habrán desaparecido el 50% de todos los glaciares.

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