Un meteoroide es un cuerpo menor del sistema solar de, aproximadamente, entre 100 µm hasta 50m (de diámetro máximo). El límite superior de tamaño, 50 m, se emplea para diferenciarlo de los cometas y de los asteroides, mientras que el límite inferior de tamaño, 100 µm, se emplea para diferenciarlo del polvo cósmico; no obstante, los límites de tamaño no suelen usarse muy estrictamente siendo ambigua la designación de los objetos que se encuentren cercanos a estos límites.

Por su parte, meteoro, en su uso astronómico, es un concepto que se reserva para distinguir el fenómeno luminoso que se produce cuando un meteoroide atraviesa nuestra atmósfera. Es sinónimo de estrella fugaz, término impropio, ya que no se trata de estrellas.

Un bólido es un meteoro muy brillante, caracterizado por parecer una bola de fuego y crear una huella luminosa, producida por la entrada en la atmósfera terrestre de un meteoroide con una masa del orden de las toneladas, que generalmente explota antes de llegar al suelo y produce un estruendo apreciable.

Cada año caen en la Tierra unos 5000 bólidos, pero son muy pocos los que se observan. Esto se debe a que: caen sobre las zonas poco pobladas que constituyen la mayor parte de la Tierra (incluidos los océanos); caen durante el día y quedan enmascarados por el brillo del Sol; caen durante la noche, cuando pocas personas están despiertas para observarlos.

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