Las turmalinas son un grupo de cristales mixtos dentro de la familia de borosilicatos, compuestas por elementos como aluminio, hierro, magnesio, sodio, litio o potasio. Está clasificada como una piedra semipreciosa y la gema se puede encontrar en una amplia variedad de colores.

Desde hace más de 2300 años esta piedra ya llamó la atención del filósofo Teofrasto a la que llamaba «lyngurion», probablemente una turmalina, y que tenía la propiedad de atraer la paja, la ceniza o pequeños pedazos de madera cuando era calentada, poniendo de manifiesto sus cualidades piroeléctricas. Por esta misma propiedad fue llamada por los holandeses del siglo XVIII «asshentrekker» o «tira-ceniza». En el siglo XIX, las turmalinas fueron utilizadas por los químicos para polarizar la luz dirigiendo un haz de luz sobre la superficie cortada y pulida de la gema.

Las propiedades de esta turmalina han sido investigadas durante más de 200 años. Se ha descubierto que su carga eléctrica reacciona a los cambios exteriores. Puede convertir los cambios en temperatura, presión e intensidad luminosa en una señal eléctrica y viceversa. Si se coloca un cristal en un campo magnético, su temperatura cambiará.

En gemoterapia, la turmalina negra es valorada por su potencia como escudo en contra de las energías que pueden ser negativas, siendo conocida además por sus condiciones para favorecer el crecimiento espiritual.

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