Se consideran frutas todas aquellas que tienen las semillas en el interior: naranjas, manzanas, peras, etc. Por este motivo el tomate es una fruta ya que tiene las semillas en su interior. Es cierto que mayoritariamente entendemos por frutas aquellas que servimos en el postre, pero botánicamente no es así.

Durante el siglo XIX, esta confusión alcanzó las más altas esferas, incluyendo la Corte Suprema de Estados Unidos. En ella se aprobó una ley que obligaba a los importadores de hortalizas a pagar un tributo a su entrada al país.

Las empresas productoras de tomate se sintieron aliviadas, pues por aquel entonces este ingrediente era considerado una fruta. De hecho, numerosos biólogos de la época demostraron dicha condición. Alegando que cualquier componente procedente del ovario de la planta es un fruto, como es el caso del tomate. A pesar de esta explicación, el gobierno apoyó su propia teoría en base a la presencia de este alimento en todo tipo de comidas, a excepción del postre.

Dejando atrás la resolución que la Corte dictaminó en 1893, la Unión Europea determinó hace unos años que el tomate es oficialmente una fruta. Acabando así con un intenso debate desde tiempos inmemoriales.

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