El jarrón de Rubin es una de las ilusiones ópticas más populares que existen hoy día. Introducida en 1915 por el psicólogo Edgar Rubin, ha ganado mucha notoriedad, convirtiéndose en la preferida de muchos.

Es un ejemplo de ilusiones de figura y fondo, en las que hay ambigüedad porque, entre dos imágenes con una frontera común, cada una de ellas puede ser la figura o el fondo, como en este caso ocurre con la copa y las dos caras mirándose.

Rubin demostró que la distinción entre lo que es figura y lo que es fondo se debe a distintos factores. Así, por ejemplo, suele ser elegida como figura la parte que es más pequeña. También influye la concavidad y convexidad.

También influye la orientación de cada parte de la figura, de forma que normalmente nuestro cerebro elige como figura la que tiene una orientación próxima bien a la horizontal o bien a la vertical. ¿Y qué sucede cuándo las partes de una misma figura presentan similares características?. Que es cuando entra en juego la subjetividad de cada observador para elegir una u otra opción.

Nuestro sistema perceptivo trabaja adecuando las características de los estímulos, incluso antes de que el cerebro los llegue a procesar o interpretar.

Esto, además de ser una posible explicación sobre qué ocurre en nuestra mente cuando vemos el jarrón de Rubin, también nos permite comprender por qué no atendemos las pequeñas partes o disecciones de las cosas en la realidad, sino que tomamos de forma inmediata el todo.

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