El cadáver exquisito es un sencillo juego: en un papel, cada uno de los participantes debe anotar una palabra o una frase. A continuación, esa parte es ocultada mediante un pequeño pliegue y otro participante continúa la frase sin conocimiento alguno de lo precedente. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925

Neruda y Lorca los llamaron poemas al alimón, en consonancia con la práctica taurina de agarrar la capa entre dos; Nicanor Parra y Huidobro, quebrantahuesos.

El nombre deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: "Le cadavre - exquis - boira - le vin - Nouveau", "El cadáver exquisito beberá el vino nuevo".

Como se aprecia, el juego revelaba posibilidades ocultas del lenguaje. Una especie de inconsciente compartido se anunciaba en la irracionalidad de las proposiciones. Max Ernst llegó a hablar de contagios intelectuales entre los participantes.

Pronto se extendió a otros ámbitos. En el dibujo, la práctica dio como resultado imágenes alucinantes, figuras imposibles en las que el ensamblaje de las diferentes imaginaciones se traducía en una improbable unidad de conjunto. Algunos de los dibujos así obtenidos, entre los que destaca el realizado en 1928 por Man Ray, Yves Tanguy, Joan Miró y Max Morise, recuerdan a las inverosímiles figuras que pululan por “El jardín de las delicias”, de El Bosco.

Desde entonces la práctica del cadáver exquisito ha ido reapareciendo una y otra vez en el desarrollo de las artes.

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