Un querubín es uno de los seres celestiales que atienden directamente a Dios en las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam). En el Antiguo Testamento no se le atribuye un rango angelical, al menos de forma explícita; solo en fuentes posteriores como «De Coelesti Hierarchia» se identifican como un rango jerárquico de ángeles.

Las numerosas representaciones de los querubines le asignan distintas funciones. La concepción hebrea tradicional del querubín lo veía como guardián del Jardín del Edén. Esto se basaba en la creencia semítica de seres con poder sobrehumano y carentes de sentimientos humanos, cuyo deber era representar a los dioses y, como guardianes de su santuario, repeler a los intrusos.

Estas ideas a su vez son similares a un relato hallado en la Tablilla 9 de una inscripción encontrada en Nimrud. Se ha sugerido que la imagen del querubín como vientos de tormenta explica por qué se les describe como el carro de Yahvé en las visiones de Ezequiel, los libros de Samuel, los pasajes paralelos en libros posteriores de Crónicas y pasajes en los primeros Salmos: por ejemplo «Cabalgó sobre un querubín, y voló; Voló sobre las alas del viento».

La antigua noción judía tradicional supone que el querubín tenía rasgos humanos jóvenes (aunque alguna literatura midrásica antigua concibe al querubín como incorpóreo). Sin embargo, las distintas fuentes dan información contradictoria sobre la apariencia física del querubín.

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