La sarissa, un arma emblemática de la antigua Macedonia, se convirtió en la pieza clave de la formación militar más temida de su tiempo: la falange macedonia. Esta lanza, que oscilaba entre los 3 y 7m de longitud, no solo era un instrumento de combate, sino un símbolo del poder táctico que llevó a Alejandro Magno a la cima de sus conquistas

Como arma ofrecía una ventaja estratégica única, con su considerable longitud, permitía a los hoplitas macedonios apuñalar a sus enemigos antes de que estos pudieran acercarse lo suficiente. La formación cerrada de la falange, combinada con la letalidad de la sarissa, creaban una barrera impenetrable y demoledora en el campo de batalla.

Introducida por el rey Filipo II de Macedonia, tenía un peso aprox. de 5,5 kg a 6,5 kg, tenía una punta de hierro afilada con forma de hoja y en su otro extremo una tapa de bronce que podía anclarse en el suelo para detener las cargas del enemigo. La punta, suficientemente afilada como para perforar un escudo enemigo. El material de bronce también servía para equilibrar la sarissa, lo que facilita su manejo a los hoplitas, y podía usarse como punto de respaldo en caso de que la principal se rompa. La sarissa estaba formada por 2 partes que se unían mediante un tubo central de bronce sólo antes de una batalla.

La sarissa no era solo una lanza, era el símbolo de la supremacía militar macedonia, forjada en el fragor de la batalla y en las manos habilidosas de los hoplitas que la empuñaban.

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