A lo largo de poco más de una década, André Citroën (1878-1935) convirtió su recién creada empresa de automóviles —en 1919— en la mayor de toda Europa —y cuarta del planeta—. Citroën ue un emprendedor y visionario que introdujo grandes cambios en la industria de la automoción y las cadenas de montaje así como en el mundo de la publicidad y el marketing.

En este último campo demostró una gran habilidad. Entre algunas de sus audaces ideas está el contratar una avioneta para que dibujase en el cielo de París el nombre de la empresa Citroën (el 4 de octubre de 1922 con motivo de la inauguración de la feria del automóvil en la capital francesa), o comercializar con réplicas de coches en miniatura como juguete para los niños.

Pero hay algo que lo convirtió en inigualable, ya que fue el primer y único empresario de la historia que consiguió un contrato en exclusiva con el ayuntamiento parisino para colocar publicidad luminosa de su empresa en la Torre Eiffel durante una década —de 1925 a 1934—.

A pesar de todos sus logros, André Citroën falleció en 1935 (a causa de un cáncer de estómago, a los 57 años de edad) estando en la más absoluta de las ruinas.

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