Para que el proceso de la combustión se inicie y pueda continuar deben estar presentes, manteniendo entre sí una adecuada proporción, tres elementos: combustible, oxígeno y calor.

Los tres elementos deben combinarse en las proporciones adecuadas para que se produzca un incendio. Esto se llama el «Triángulo del Fuego». Si se elimina alguno de los tres elementos, el fuego se extingue.

La fuente de calor es responsable de la ignición inicial del fuego, y también es necesaria para mantener el fuego y permitir que se propague. El calor permite que el fuego se propague por la desecación y precalentamiento del combustible en las inmediaciones y por el calentamiento del aire circundante.

El combustible es cualquier tipo de material que puede arder, incluido el papel, aceites, madera, gases, tejidos, líquidos, plásticos y caucho. Se caracteriza por su contenido de humedad, tamaño, forma, cantidad y disposición con la que se extiende por el paisaje. El contenido de humedad determina la facilidad con que se encienda.

El aire contiene aproximadamente 21 por ciento de oxígeno, y la mayoría de los fuegos requieren al menos el 16 por ciento de contenido de oxígeno para arder. El oxígeno contribuye a los procesos químicos que ocurren durante el fuego. Cuando el combustible se quema, reacciona con el oxígeno del aire circundante, liberando calor y generando productos de combustión (gases, humo, ascuas, etc.). Este proceso se conoce como oxidación.

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