Durante las primeras cuatro décadas de competición, los Juegos Olímpicos otorgaron medallas oficiales a la pintura, la escultura, la arquitectura, la literatura y la música, junto con el resto de las competiciones deportivas. De 1912 a 1952, los jurados otorgaron un total de 151 medallas a obras originales en las bellas artes.

Aunque en la idea primigenia que tenía Pierre de Coubertin para los Juegos Olímpicos también estaban incluidas las competiciones de arte, no sería hasta los Juegos de Estocolmo 1912 cuando tendrían cabida bajo las disciplinas citadas.

El único requisito para poder competir era que las obras tuvieran su inspiración en el deporte. Hasta 33 artistas, principalmente europeos, presentaron sus obras y se otorgó una medalla de oro en cada una de las cinco categorías.

Los artistas que competían, al igual que los deportistas, podían participar en varias pruebas y conseguir varias medallas, los artistas gozaban también de esta norma y podían salir multipremiados, como es el caso del artista gráfico suizo Alex Diggelmann.

Por su parte, Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, llegó a participar, con seudónimo, en la categoría de literatura con el poema “Oda al deporte”, consiguiendo la medalla de oro en esta disciplina artística.

Hubo propuestas para incluir fotografía, cine, danza y teatro, pero ninguna de estas disciplinas artísticas fue incluida en los Juegos Olímpicos.

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